Despeinado
y agitando su bífida pluma histérica como cartera de amante ofendida, un
adorador castrista de pomposo apellido tedesco (nombre de campesina wagneriana
junto a canciller alemán) ha reaccionado desde la trinchera de su pasquín
lanzándome víboras, alacranes y conjuros porque, en un artículo, mencioné un
hecho archiconocido: la sociedad delictiva de los hermanos Castro con Pablo
Escobar. Mis fuentes no son la servidumbre periodística del pasquinero
descorazonado.
Víctor
Boitano, coronel ® nicaragüense, acusó a Daniel Ortega y a los hermanos Castro
de haber brindado protección a Escobar (RCNRadio, Managua). John Jairo
Velásquez (a) Popeye, lugarteniente de Escobar, sindica a Raúl Castro y al
nicaragüense Tomás Borge de cómplices del ‘patrón’. El coronel Juan R. Sánchez,
ex guardaespaldas de Fidel, lo acusa de ser un “padrino del narcotráfico”. Jeff
Leen en su libro Kings of cocaine (1990): “Lehder dijo que (el narco
estadounidense Robert) Vesco le presentó a Fidel Castro”. En su libro Dulces
guerreros cubanos, Norberto Fuentes dice que Raúl argumentaba: “Fidel dice que
todas las guerras coloniales en Asia se hicieron con opio. Entonces, nada más
justo que los pueblos devolvamos la acción, como venganza histórica”. Para el
analista Brian Latell, la ejecución del general Ochoa (1989) por narcotráfico
fue una cortina de humo para encubrir al régimen. Aida Levy, viuda de Roberto
Suárez (rey de la cocaína), narra el encuentro de su esposo, Escobar y los
hermanos Castro, en Cuba. El periodista alemán-uruguayo José Antonio Friedl (El
gran engaño) sostiene que al régimen cubano “le cabe el apelativo de Cártel de
La Habana”. El ex cónsul panameño Blandón Castillo declara en juicio: “Fidel
era un socio activo de Noriega en el contrabando de droga”; etc.