Antes de que
empiecen los familiares de los médicos a salir en defensa de su papito doctor o
mamita doctorcita, empezaré aclarando que no creo que todos los médicos sean
mediocres e indiferentes. Pero para alguien que también tiene médicos en su
familia, me indigna pensar que los únicos médicos que realmente demuestran
preocupación por tu salud son los que puedas encontrar en tu familia cercana.
El médico que administra eficientemente su tiempo, que tiene trato cordial,
transparente y sincero con el paciente, que les hace seguimiento a sus
pacientes y que es sensible a su situación social y económica es una especie de
profesional al borde de la extinción.
Tener un
"buen médico" en la familia o tener la impresión de que un amigo tuyo
es uno de ellos, puede resultar nada más que una ilusión. Aún si no lo fuera y
tienes la fortuna de poder acceder en tu familia a un médico serio y
profesional, nada garantiza que su conocimiento o especialidad sea adecuada a
la condición de salud que necesites atender (la tuya o la de tus hijos). El
derecho al acceso a la salud no debería protegerse motivando a que todas las
familias se consigan un pariente médico al cual puedan llamarlo para una
consulta gratis.
Estas contadas
excepciones no son suficientes para competir con una realidad más grande: los
médicos en general son profesionales endiosados, excesivamente (e
inmerecidamente) admirados, poco accesibles en lo personal y lo económico,
indiferentes a las necesidades de sus pacientes, insensibles a su dolor y que
hacen de sus consultorios unas trincheras de lucro (muchas veces a espaldas del
fisco), sin que ello tenga contrapeso en un servicio médico de calidad,
accesible, cordial y humano hacia el paciente. Aún tal contrapeso existiera,
solo el costo del servicio médico es aberrantemente discriminador a la mayor
parte de la clase media y pobre de nuestro país.
Con lo anterior
no hago alusión a los médicos mal pagados que trabajan en el sistema de salud
pública, y que tienen que atender un volumen obligado de pacientes, bajo condiciones
de salario e infraestructura deplorables y que deben sobrevivir en condiciones
donde el seguimiento a todos los pacientes que se les asignen es prácticamente
una hazaña imposible. A ellos les corresponde una crítica de distinto tono,
contexto y contenido, si dentro de sus medios realizan un trabajo médico
desprovisto de un mínimo de ética y humanidad.
La crítica de
este artículo está dirigida a aquellos médicos que por experticia o marketing
han logrado "posicionarse" en el mercado de los servicios médicos que
se brindan en la consulta privada. Empezando por la pobre infraestructura de
los consultorios, muchos de ellos desatendidos, sin asientos suficientes o
cómodos, inadecuados muchas veces para el tipo de pacientes que deben asistir
(poner un consultorio en un segundo piso sin ascensor en un consultorio de
traumatología, por ejemplo). Y qué decir de las semidiosas, asistentes o
secretarias de los consultorios: las dueñas y señoras de la agenda y del
contacto o acceso con el médico. Estas intermediarias mentirosas asalariadas
que, mayoritariamente, no hacen más que hacer garabatos en una agenda, hablar
por teléfono y de cuando en cuando robarle dinero a su propio empleador.
¿Cuántas de
ellas se preocupan en avisar a los pacientes cuando el médico estará demorado?
¿Cuántas se preocupan en reagendar las visitas con anticipación? ¿Cuántas se
preocupan por abrir los consultorios a tiempo, en horario, mantenerlos limpios,
y hacer que la espera del paciente sea más placentera, considerando que muchos
pacientes llegan preocupados o adoloridos? ¿Cuantas de éstas ninfas del Olimpo
ayudan al paciente a encontrar mejores espacios de tiempo para ser atendidos
por su doctor o doctora? ¿Cuántas se preocupan al menos de guardar los datos
del paciente o preparar las historias clínicas con antelación para que el
médico tenga más y mejor información durante la consulta?
En la ciudad de
La Paz, la misma arquitectura de los centros médicos es testimonio de este
cáncer de indiferencia y endiosamiento profesional. Varios médicos prestigiosos
son socios de los centros clínicos, por tanto, hacen que su ánimo de lucro
compita con su deber profesional de atender la salud del paciente, aún si eso
implica atender menos pacientes al día o invertir más tiempo en pacientes más
necesitados pero menos lucrativos. Los centros médicos son casas residenciales
ajustadas, remodeladas, parchadas, aumentadas, porque hacer eso cuesta menos
que construir hospitales de calidad. Los consultorios están concentrados en
zonas sin estacionamiento, sin acceso fácil para las ambulancias o para gente
con problemas de movilidad. Se brindan servicios médicos a precios europeos en
edificios viejos, vetustos, apretados, incómodos y de difícil acceso.
¿Qué decir
además de la tenebrosa relación entre los médicos y los laboratorios
farmacéuticos? ¿Qué tipo de acuerdos implícitos se suscriben entre el médico y
el laboratorio representado por los visitadores médicos que quiere asegurarse
que el médico recete la pastilla correcta, no para el paciente, sino para las
metas económicas de quienes viven de perpetuar la enfermedad en vez de
erradicarla? Efectivamente, en la economía del mercado, pueden haber 30
pastillas con el mismo principio activo para curar tu enfermedad, pero ¿cómo
distingues al médico que te la receta con ética, sabiendo que es el medicamento
más adecuado a tu condición de aquel que te la receta para continuar regalos y
dádivas del laboratorio que la fabrica?.
Y por
supuesto....las eternas esperas. El médico trabaja en sus propios horarios,
toma más pacientes de los que puede atender y para "no molestarlo",
tu preocupación por tu enfermedad o la de tus hijos termina ganándole a tu
dignidad como paciente y cliente, dejando en el silencio todos tus justificados
reclamos por su pésimo servicio. Para el médico la situación es simple:
mientras más pacientes mejor, aún si éstos tienen que esperar, adoloridos,
preocupados o angustiados, aún si tienen que cancelar más compromisos de los
previstos o sacar permisos adicionales en sus trabajos a cuenta de vacaciones,
aún si esperar una hora más les jode el día, les causa problemas o les cuesta
conseguir movilidad de vuelta a sus casas. Eso es indiferente al médico que te
está "haciendo el favor" de hacerte un espacio en su agenda. Siéntete
afortunado de estar en la fila con otros quince desgraciados como tú.
La medicina no
debería ser un negocio sino una profesión de servicio social. Nadie debería
lucrar con el sufrimiento ajeno. La persona más importante en la relación
médico- paciente, debería ser el paciente. El médico debería recuperar la
dignidad de su profesión al respetar la de las personas que acuden a él para
proteger su salud. Los médicos han pasado de ser profesionales asistenciales a
ser gestores de ganado humano, que almacena "cabezas" en salas de
espera, para examinarlos a la rápida, sin profundidad, sin empatía, sin
humanidad....para después mandarlos a sus secretarias a cobrarles un dineral a
cambio de lo cual el paciente sale con una receta muy probablemente memorizada
o sesgada a favor de una empresa farmacéutica.
Por eso
corresponde iniciar el debate sobre la necesidad de defender el derecho al
acceso de la salud por encima de los intereses sectarios o económicos de los
médicos. Es necesario rescatar a la medicina de la perversión del mercado y de los
oligopolios para lograr llevar los servicios de salud a un nivel donde todas
las personas que tengan una condición de salud puedan ser tratadas con respeto,
dignidad, puntualidad e idoneidad.
Por: Dolores
Fuertes de Barriga