Por
enésima vez, este viernes los estudiantes de la UMSS pusieron a prueba su
exigencia de revocatoria total de la titularización forzada de docentes, esta
vez descargando su violencia contra los trabajadores administrativos que
reclamaron por su derecho al trabajo. También apareció el Vicepresidente del
Estado colocándose del lado de los estudiantes, pero cuestionándoles los medios
que habían utilizado hasta ahora para legitimar el fin que se habían propuesto.
A estas alturas y cerca de 90 días de enfrentamiento, tengo que reconocer junto
con la ciudadanía, lo equivocados que estábamos. Las exigencias estudiantiles
de exámenes de competencia, superación académica de los docentes, congreso
universitario reconstituyente, calidad académica y explotación cultural, entre
otras, simplemente habían sido unos globos de ensayo que cubrían una pugna
política y pragmática entre las distintas tendencias marxistas. Así es que los
estudiantes y docentes trotskistas se enfrentan a sus antagonistas de las
camadas estalinistas, maoístas, castristas o chavistas, incluyendo también a
los adversarios más camaleónicos del marxismo criollo, que en los peores casos
han terminado alentando al eneferismo en la oposición y al masismo en el
oficialismo.
Desde
1928 el marxismo incrustado en la UMSS ha mandado intermitentemente el mensaje
de que cualquier hombre o mujer del pueblo tiene derecho a la educación
superior. Este discurso del ingreso libre a la universidad ha sido el detonante
para la masificación en las aulas, con la consiguiente merma en la calidad
académica de la educación superior boliviana. Esta prédica está garantizada
desde octubre de 1982, y por más de 30 años todas las universidades públicas
bolivianas han adoptado esa posición socializante y marxista de un modo
inflexible y conservador, sólo por mantener el purismo del discurso. Tal es así
que la sucesión de autoridades en la UMSS siempre ha respondido a los
lineamientos genéricos que el marxismo ha impuesto a lo largo del historia del
siglo XX en todas las universidades del mundo, sin lograr hasta ahora
resultados tangibles de éxito en el desarrollo académico.
Ya
he formado el convencimiento de que la solución de este conflicto universitario
no pasa por los actores marxistas en pugna, ya sean las autoridades de la UMSS,
sus estudiantes radicales y docentes titularizados de cualquiera de las
tendencias. La solución ya es de exclusiva responsabilidad de las autoridades
nacionales que regulan la educación superior y que por coincidencia resultan
siendo grandes animadores del marxismo en este país. Ahí tienen al mismísimo
Ministro de Educación o al Vicepresidente del Estado, quienes ya tienen casi
listo el proyecto de la nueva universidad pública boliviana para el siglo XXI,
que incluye unos componentes dogmáticos relacionados con el socialismo
comunitario e indigenista recientemente inventado, con sus aristas
insoslayablemente vinculadas al marxismo altoperuano.
Entonces
queda claro que el desenlace del caso patético de la UMSS pasa por una solución
marxista. Allá ellos. Yo desde 1983, cuando ingresé a esta casa de estudios
superiores, vengo incubando y exaltando esa imagen ideal de la universidad
pública reservada como un premio para las élites científicas, académicas y
culturales del país entero; muy bien gobernada por aristócratas, seleccionados
entre los mejores docentes y estudiantes de la tendencia que sean. Para mí esta
es la única solución exitosa.
Por
Marcelo Gonzales Yaksic