Ninguna
desdicha, o gobierno inepto, puede acabar con el progreso constante del
conocimiento, o el amor propio de cada ser humano para auto-desarrollarse -y en
sí contribuir hacia la prosperidad de la nación.
El
gasto profuso, impuestos desmedidos, restricciones comerciales, cortes
corruptas, y persecuciones políticas, no tienen la capacidad de destruir la
creación del capital o de la calidad de nuestras vidas, a la misma velocidad
que el esfuerzo humano las puede generar.
La
verdadera revolución comienza en nuestras mentes y en nuestros hogares. El
optimismo, el hambre por aprender y el amor al prójimo son los ingredientes a
nuestra disposición, pero esquivos para los tiranos.
Fuente: Democracia y Libertad