Si un ratón o lagartija entra en una colmena,
atraído por el aroma dulce y tentador de la miel,
las abejas reaccionan con fuerza, sin pensarlo dos veces.
Lo atacan en grupo hasta provocarle la muerte inmediata.
Pero una vez muerto, aparece un nuevo y serio problema:
El cuerpo es demasiado grande para sacarlo del panal.
Y aquí sucede lo más impresionante de esta historia…
Las abejas no lo ignoran ni lo dejan pudrirse.
Usan su sabiduría ancestral: lo cubren con propóleo y cera.
Una mezcla natural con propiedades antimicrobianas y desinfectantes.
Este recubrimiento neutraliza olores, deshidrata tejidos y evita bacterias.
Aíslan completamente el cadáver sin afectar el entorno vital.
Con el tiempo, ese cuerpo se seca y se conserva.
Se vuelve un esqueleto inofensivo, sin causar daño alguno.
Esto no es solo biología… es una lección de vida.
A veces en tu interior hay cosas que no puedes sacar.
Heridas, traiciones o personas que dejaron una marca muy honda.
No siempre puedes eliminarlas, pero sí puedes aprender a contenerlas.
No para olvidarlas, sino para impedir que sigan doliendo.
Para que no contaminen tu paz, tu amor ni tu mente.
Las abejas nos enseñan que también se puede sanar así.
Aislando lo que duele, sellando lo que intoxica el alma.
No todo lo que daña puede irse, pero sí silenciarse.
Con conciencia, con tiempo, y con el instinto de protegerse.
Aprende a encerrar lo que no puedes sacar de tu vida.
No para cargarlo… sino para que deje de doler.
No todo se puede arrancar… pero si puedes aprender a protegerte.
Encierra el daño en un rincón, y deja que lo sano florezca.
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