Esto nos lleva directo al corazón de la sabiduría no-dual, esa que atraviesa tanto las tradiciones místicas orientales (como el Vedanta, el Zen o el Taoísmo) como las occidentales (como el misticismo cristiano o el sufismo).
Dios no es un ente separado, lejano, sino la esencia misma de nuestro Ser profundo. Y "tú mismo", en otro nivel de conciencia, es ese Ser Esencial, Eterno, Infinito. Hablar con Dios, entonces, es hablar contigo en tu forma más pura, despojada del ego.
"Cuando entiendas…”
Pero no como saber intelectual, sino como un comprender vivencial, existencial. No se refiere a “leerlo y repetirlo”, sino a realizarlo internamente.
El verbo “entender” aquí señala una toma de Conciencia. No es saber algo, es Ser eso.
“…que al dirigirte a Dios…”
Este acto —dirigirse a Dios— se ha asociado por siglos con rezar, pedir, rendirse, buscar sentido o salvación.
Pero… ¿dónde está ese Dios al que te dirigís?
Si está afuera, separado de vos, ya hay un error de base.
Si está adentro, entonces no estás “yendo hacia” algo, sino recordando algo.
Dirigirse a Dios es en realidad volverse hacia el centro del propio Ser. Es un movimiento hacia adentro, hacia lo más profundo.
“…te estás dirigiendo a ti mismo en otro nivel de Conciencia…”
Aquí es donde la frase se revela.
Hay muchos niveles del “yo”.
Está el yo-ego, con nombre, pasado, deseos, miedos.
Pero hay otro Yo: el Yo con mayúscula.
Aquel que no cambia, que no envejece, que no se ofende, que sabe que es Eterno.
Cuando te dirigís a Dios, estás hablando con ese Yo. Es decir, vos mismo sos Dios en otro nivel de Conciencia. No desde la soberbia, sino desde la Verdad Última:
Lo Divino no es otra cosa que tu Ser más profundo, más silencioso, más libre.
“…habrás comprendido la Realidad Última.”
Comprender esto no es cualquier comprensión. Es la comprensión final.
Cuando caés en la cuenta de que el que ora, el que escucha y el que responde son el mismo, se disuelve la dualidad.
Ya no hay “yo y Dios”.
Ya no hay “camino y caminante”.
Sólo hay Esto, Aquí y Ahora. 🙌🏼❤️🙏🏼
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