Hay
otra izquierda en una pequeña esquina de Latinoamérica. Es discreta. No tiene
la grosería reglamentaria que usó Chávez hasta el patetismo. Ni el hábito
premeditado que usó Lugo hasta el fariseísmo. Ni el folklore profesional de
Morales, que devalúa a los pueblos indígenas hasta el trivialismo.
No es
adolescente. Es madura. Dejó atrás los estereotipos ideológicos. Y las
vanidades redentoras. Y los afanes históricos. Y los anacronismos retóricos.
Es
democrática. Argumenta, no vocifera. Propone, no condena. Dialoga, no enfrenta.
Cambia, no distrae.
Y le
dio un presidente a una República, que antes fue guerrillero, que estuvo preso
en una dictadura militar y que no tiene tiempo para el rencor –“Las guerras
generan llagas permanentes que sólo puede suturar la alta política”, dijo
alguna vez.
Tampoco
para la demagogia. Ni para la demagogia nacional, ni para la demagogia
internacional– dice que no fue a la reelección porque su país no es una
monarquía…
Y su
oposición es igual. Plantea que “un presidente comienza donde otros terminan y
termina donde otros comienzan”. Y propone hacer mejor lo que sus adversarios de
urna hacen bien. Y así llega a la Segunda Vuelta…
Y los
medios de comunicación social, en esa República, ¡también!, en ciertas
ocasiones, pueden ser algo inverosímil… Inclusive pueden llegar a valorar un
incidente en su contexto y proporción… Y proclamar su orgullo de mostrar al
mundo la cultura democrática de su país, de gobernantes y de gobernados.
Y la
ciudadanía, en ese rincón que parece cada día más sobrio…
Bueno,
en realidad, todo lo demás se parece a la ciudadanía, como es natural… Así, en
las campañas electorales, mujeres y hombres, entremezclados, agitan banderas de
distintos colores y se reconocen con gesto fraternal…
No es
Suiza, por cierto. Pero según los informes especializados de Naciones Unidas,
se encuentra en un nivel “alto” de Desarrollo Humano.
Otra
izquierda. Aunque todavía tiene que vencer dos atavismos: centralismo y burocratismo.
Y aún falta también que su actitud universal sea menos impersonal y más
cotidiana. Pero su arrogancia inofensiva la ha preservado de la infesta
regional.
El
autor es escritor »»» Roberto
Barbery Anaya