Pérez-Reverte, sobre moros y cristianos - Zenda #VonMoscovPolis https://t.co/EL2JOGXZgM— Pablo Moscoso (@VonMoscov) 21 de julio de 2016
Ya
está. Es oficial: estáis en guerra contra nosotros. Lo que es frustrante es que
no tenéis ni uniforme ni signo distintivo. No sabemos reconoceros, por lo que
no tenemos a nadie contra quien luchar.
Frustración
que espero que no se traduzca en la designación de falsos culpables.
Sin
embargo, aunque cada muerte representa para vosotros una victoria, debéis saber
que no estáis preparados para ganar. A decir verdad, eso es imposible.
Porque,
hagáis lo que hagáis, no nos cambiaréis.
Aquí,
en Francia, lo que nos gusta es la vida. Y todos los placeres que conlleva.
Para nosotros, entre nacer y morir lo más tarde posible, lo principal es
follar, reír, comer, jugar, follar, beber, leer, echarse la siesta, follar,
discutir, comer, argumentar, pintar, follar, pasear, cuidar el jardín, leer,
follar, regalar, enfadarse, dormir, ver películas, rascarse los huevos, tirarse
un pedo para hacer reír a los amigos, pero sobre todo follar y, de vez en
cuando, hacerse una alegre paja. Somos el país del placer, más que el país de
la moral. Aquí un día tendremos la plaza Monica Lewinsky y nos hará gracia.
Aquí nadie la juzgó.
No
es que no os gusten los franceses, ni los caricaturistas, ni los judíos, ni los
clientes de cafeterías, ni los aficionados del rock o del fútbol. Es la
Libertad lo que no soportáis.
También
es verdad que, en el sexo, en Francia hacemos cosas que no os gustan. Nos gusta
chuparle el sexo a las mujeres. Seguro que no a todos, pero a muchos. Y los
muslos y el culo, también. Vale, tampoco a todos, pero bueno. Y a las mujeres
les gusta hacer felaciones. Las llamamos mamadas. Es muy agradable. Por
supuesto, tampoco a todas las chicas les gusta, y no obligamos a nadie, pero se
hace. Regularmente. Y con mucho placer. Luego, también hay chicos a los que les
encanta. Y que se hacen felaciones y se la chupan y se penetran entre ellos. Lo
mismo ocurre con las chicas. De hecho, aquí lo que nos gusta es hacer lo que
queremos. Intentamos no molestar a los demás, ese es el principio, pero no nos
gusta mucho que nos digan lo que tenemos o no tenemos que hacer. Eso se llama
Libertad. Acordaos bien de esa palabra porque, en el fondo, es eso lo que no os
gusta de nosotros. No es que no os gusten los franceses, ni los caricaturistas,
ni los judíos, ni los clientes de cafeterías, ni los aficionados del rock o del
fútbol. Es la Libertad lo que no soportáis.
Lo
segundo es que, asesinando así, a ciegas, con un objetivo únicamente contable,
corréis el riesgo de matar a franceses cada vez más representativos de Francia.
Al final, matando sólo a judíos o a dibujantes, los no judíos que no sepan
dibujar siempre podrían encontrar excusas o sentirse ajenos a esta guerra, pero
eso cada vez va a ser más difícil.
Porque,
al alcanzar una muestra representativa del país, vais a llegar a lo que somos
realmente. ¿Y quiénes somos en realidad? Lo curioso, precisamente, es que somos
muchas cosas. Por supuesto que hay franceses franceses franceses. Pero hay
franceses italianos, franceses españoles, franceses árabes, franceses polacos,
franceses chinos, franceses ruandeses, franceses senegaleses, franceses
argelinos, bereberes, ucranianos, georgianos, americanos, belgas, portugueses,
tunecinos, marroquíes, chechenos, marfileños, malienses, sirios, franceses
católicos, franceses judíos, franceses musulmanes, franceses taoístas,
franceses budistas, franceses ateos, franceses agnósticos, franceses
anticlericales, franceses de izquierdas, franceses de derechas, franceses del
centro, franceses que se abstienen, franceses de extrema izquierda, de extrema
derecha, y seguro que incluso franceses yihadistas y futuros terroristas a los
que podéis matar. Hay franceses ricos, franceses pobres, franceses simpáticos,
franceses gilipollas, franceses enamorados, franceses egoístas, franceses
misántropos.
La
lista podría alargarse hasta el infinito, con todas las combinaciones y todos
los subgrupos posibles. Incluso hay franceses no franceses, porque Francia es
tan bonita que siempre hay una parte de nuestra población formada por turistas.
Y sin contar a las personas clandestinas, que quizás no son oficialmente
franceses, pero que viven aquí, por lo que también los podéis matar como a todo
el mundo.
Hay
personas que van a morir para nada. Otras decidirán ponerse en manos de Le
Pens, Assads o Putins para deshacerse de vosotros, y entonces nosotros
perderemos por partida doble. Pero vosotros no ganaréis
Eso
se llama igualdad. Frente a la muerte, podéis apuntar a lo que queráis, y nos
daréis a todos. Y nosotros comprenderemos lo que estáis atacando. Nuestros
valores. Simplemente. Los que hacen que la vida aquí se parezca a lo que es.
Imperfecta, sí, con su conjunto de injusticias, sí, pero son valores que hacen
que vivamos aquí de la manera más digna posible. Este país en el que nuestros
padres y los padres de nuestros padres y sus padres eligieron vivir, y por el
que muchos de ellos lucharon.
Lo
que va a ocurrir, de un momento a otro, es que vamos a ser solidarios gracias a
vosotros. Vamos a entender que estos valores están en peligro. Y vamos a
cuidarlos y a hacer que vivan incluso con más ahínco. Juntos. Eso se llama
fraternidad.
Por
eso no podréis ganar. Es verdad que provocaréis muertes, sí. Pero, a ojos de la
Historia, sólo seréis los horribles síntomas de una ideología enferma.
Por
supuesto, nosotros tampoco ganaremos. Hay personas que van a morir para nada.
Otras decidirán ponerse en manos de Le Pens, Assads o Putins para
deshacerse de vosotros, y entonces nosotros perderemos por partida doble.
Pero
vosotros no ganaréis.