Contaminación minera en la cuenca del lago Popoó. Universidad de Stirling pag. 146, tabla 3. https://t.co/5e8HceCSmQ— Pablo Moscoso (@VonMoscov) 28 de julio de 2016
Y en el mundo han ocurrido
desastres ambientales mayúsculos, catástrofes que nos llevan a la triste
conclusión de que lo peor que tiene este planeta es la humanidad. Y esa receta,
ese mal de males, se repite también en Bolivia y ejemplos existen varios: el
lago Poopó, la laguna Alalay, el río Rocha, los daños que derivan de la mina
Huanuni, la basura que cada minuto producen las ciudades del país, y un
infinito listado de malos hábitos de los cuales somos responsables todos
(Pierola, Se
nos muere el mundo).
Las lagunas del valle central de
Cochabamba: Alalay, Coña Coña, Albarrancho y Cotapachi experimentan una de sus
peores crisis. Están contaminadas, sufren la presión urbana y tienden a secarse
por el calor y la falta de agua. Hasta ahora todos los planes de
recuperación y preservación han sido recurrentes. No se han extremado esfuerzos
para revertir la crisis (Vasquez, Embalses
en crisis por calor y presión urbana).
Una investigación realizada por
Georgina Jiménez, del Centro de Investigación e Información Bolivia (CEDIB), y
publicada por Página Siete, establece que las áreas protegidas mencionadas
tienen entre el 55% y el 90% de sus superficies comprometidas por actividades
mineras y petroleras. El estudio señala que es imposible pensar siquiera en
acciones de mitigación y que todo lo que albergan esas áreas, desde patrimonio
natural y cultural, se perdería. Esto sin mencionar que en esos territorios
viven pueblos indígenas (Pagina7, Áreas
protegidas y el silencio cómplice)