Dado que occidente no conoce a su enemigo sus probabilidades de victoria se reducen al 50%.
Es
una guerra donde un enemigo no usa uniforme ni es identificable a simple vista.
Los aparatos de inteligencia y toda la modernidad digital deberán ser
reactivados en su máxima intensidad. Los aeropuertos se parecerán en algunos
momentos a las cárceles. En otros momentos parecerán hospitales. Hoteles
ultramarinos con piscinas y campos de golf, serán convertidos en trincheras
(Mires, Guerra iniciada).
Hoy nos han declarado la guerra,
y somos incapaces de definir el enemigo. Hoy nos mostramos reacios a atacarlo,
y por ello, la barbarie nos ha comenzado a ganar. En la batalla contra la
barbarie, la razón va en desventaja por su incapacidad de poder determinar al
enemigo. Por este problema no pasan ellos, el fundamentalismo sabe bien cuál es
su enemigo a destruir: la razón, la civilización, la laicidad, y nuestra
libertad (Avendaño, Estamos
en guerra y la estamos perdiendo).