Y entonces un grito partió el
corazón:
No seréis ya prusianos, seréis
alemanes [...]
Termina aquí, Zollern, tu
historia gloriosa,
Aquí cayó un rey, pero no en la
contienda.
Yo tomaba la mano de mamita con
fuerza,
tenía miedo, mucho miedito y lloraba.
No entendía esas palabras
raras, pero los gritos,
los gritos me espantaban.
Mamita, manita en mano,
retrocedía lentamente
mientras yo mordía con fiereza
un pedazo de pan duro;
tenía terror a los gritos de
ese señor disfrazado.
Las gentes de pronto, comenzaron
a correr.
algunos otros aullaban e
injuriaban al Señor.
Yo nunca supe quién era el
Señor,
pero mamita retrocedía aún más
agarrándome la manita sin
soltarla.
No podía ser nada bueno lo que
acontesía
...
Ahora, a mis 163 años, he comprendido todo...