Estamos
muy cerca a la fiesta democrática, al momento en que el pueblo se volcará, como
lo vienen diciendo desde hace mucho los comentaristas electorales, a las urnas
para elegir al futuro presidente del país, para el siguiente quinquenio.
Sin
embargo hay un claro ganador, que no precisa de fiesta alguna para ser elegido,
ya que esta farsa electoral nos viene demostrando que el país no está listo
para una elección justa y equilibrada, sino que sigue precisando de un
emperador autócrata y populista; no por nada la historia presidencial boliviana
nos muestra que tuvimos a una mayoría de presidentes militares quienes se
auparon al poder bajo maneras nada democráticas.
De
acuerdo a la estadística, Bolivia tuvo 85 Gobiernos: 44 militares que
gobernaron por 99 años y seis meses, 36 civiles que rigieron 86 años y 10 meses
y cinco Juntas de Gobierno que mandaron un año y medio. Como se puede ver, los
militares presidieron Bolivia casi un siglo, los abogados más de 58 años y el
resto lo que queda de la trágica historia de nuestro país.
Escuché
a un político quien decía que Bolivia sí quiere al presidente que ahora tiene y
que por ello lo reelegirá, ya que ambiciona a un presidente/papá caudillista,
populachero que se haga al de la vista gorda frente a los atropellos que
cometen sus hijitos.
Por
otro lado el refranero popular dice que cada país tiene al presidente que se
merece. En nuestro caso parece que merecemos a un demo/dictador que ofrezca
manga ancha a cualquier sector que presione mediante huelgas y bloqueos
para obtener licencia para robar, contrabandear, mandar en la cárcel y para
hacer del Chapare un narco paraíso.
Le
pregunté a mi médico si cree que merecemos lo que tenemos y me dijo que sí.
Cuando le pregunté el porqué de su respuesta, me contestó porque éste es un
país poblado por una mayoría ignorante a la que sólo le importa tener plata en
el bolsillo y que no lo jodan con tonterías tales como la lectura crítica, el
análisis de las propuestas que han hecho los otros candidatos, el cuidado de
las áreas verdes y “minucias” como la seguridad ciudadana, hospitales
verdaderamente aptos, normas que si se cumplan y escuelas dotadas con la mejor
infraestructura.
¿Entonces
para qué tanta bufonada electoral, cara y torpe, donde la competencia se está
produciendo en cancha inclinada e incluso los muertos fueron habilitados para
votar?
Es
mejor pensar en una futura entronización, a lo andino, sincretizando, como lo
venimos haciendo desde hace mucho, entre lo que nos conviene del mundo
occidental y una aburrida cháchara andina, que intenta, sin mucho éxito,
hacernos creer que somos únicos y originales.
Se
está gastando un montón de plata pensando en que, con el voto que se emita el
próximo 12 de octubre Bolivia seguirá en el camino democrático, conquistado
hace más de dos décadas.
Por
supuesto no faltan los ingenuos que creen que si bien hay un claro ganador, por
lo menos se le quitará, a este futuro demo/emperador la mayoría en la Asamblea
Plurinacional, porque, según vaticinan, los opositores alguito están logrando.
Pero
estos últimos han demostrado tener poca imaginación, haciendo ofertas añejas y
santurronas, mostrando una exigua habilidad para seducir a los indecisos y a
los “pasa pasas” y se han encargado de morderse los unos a los otros, con lo
que han facilitado el camino al actual partido en función de gobierno, para que
haga una campaña facilona, plena de regalitos para la población, sin que haya
tenido que mostrar qué es lo que pretende hacer con Bolivia de acá a los
siguientes cinco años. Entonces los futuros lamentos serán inútiles y la
solución para los opositores será fácil: tendrán que llenarse los bolsillos
volviéndose bufones o juglares de la futura corte neopopulista.
La
autora es comunicadora social.
monica_briancon@bolivia.com