Esp
Imaginen:
Papá Noel sube a su avión privado en el Polo Norte y emprende camino hacia
el primer destino de la ardua y agotadora ruta que transitará
por las próximas 24 horas. Está listo para comenzar a repartir los regalos,
pero no consideró lo que se iba a encontrar al llegar. Dos funcionarios
de Inmigración y Aduanas lo estaban esperando mientras se frotaban las
manos por lo que venían venir.
“Pasaporte, visa y declaración
aduanera, por favor”, le
reclamaron los funcionarios a Santa Claus ni bien hizo pie en tierra.
No comprendía nada. “¿Qué es esto?¿Por qué no puedo continuar mi
viaje?”, les dijo. “Vengo a traer
miles y miles de regalos a los niños”. A los funcionarios no pareció
importarles demasiado.
Tras
una serie de trámites engorrosos y el pago de una considerable suma de dinero,
el encargado de migraciones lo dejó pasar. Pero el aduanero no fue
tan benevolente: “Usted no puede pasar. Esta mercadería no cumple con
lo requisitos legales del país”, dijo. Es que lo que para los
niños es un regalo, para aduanas es competencia desleal. La mercadería que Papá Noel llevaban
en su enorme bolsa no podía ingresar al país: era dumping.
“Para ingresar todos estos
juguetes deberá pagar aranceles, permisos de importación y además una
tasa antidumping“,
continúo el funcionario. A esta altura Santa Claus no entendía nada de
nada. “¿Cómo es que traer juguetes gratis puede afectar de manera
negativa a la economía”, le preguntó al funcionario. El empleado aduanero lo
miró con sorpresa y le explicó: “Usted,
al traer juguetes y ofrecerlos a precios desleales, o en este caso
gratuitamente, afecta la industria local. Las fábricas cerrarán y los
trabajadores quedarán desempleados. Y eso no podemos permitirlo”.
Eng
Imagine what Santa would have to do without his snowmobile to allows him to fly across borders. The bearded old man takes off on his private jet to complete a 24-hour extenuating mission to deliver a bag full of presents. But as soon as he lands in the first country, immigration and customs officers are waiting.
“Passport, visa, and customs statement, please,” they bark.
Santa is dumbfounded. “What is this? Why cannot I continue my journey? Thousands of children are waiting for my presents!” he tells the employees, who barely raise their gaze from the paperwork.
The old man sighs, fills in the forms, and pays a hefty fee. But when he’s about to leave, the customs officer stops him. “Wait a minute, I can’t let you pass with all these presents.” It turns out that Santa’s thousands of free presents are “unfair competition” or even dumping.
“To introduce all those goods into the country, you will need an import permit and you will have to pay the tariffs,” the employee tells the bewildered Santa, who asks how free stuff could possibly harm the economy.
The customs officer explains that “by bringing in toys at low or zero cost, you’re attacking local industry. Factories will shut down and people will lose their jobs. We can’t allow that.”